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PINTAR VISIONES

Mirjana Zarifovic

 

[traducción de Ricardo R. Laudato, 2004]

 

A menudo empieza con un impulso oscuro, urgente. Un punto inaferrable en el espacio interior. Estrella explosiva. Deseo de lo indecible. Pasión. Misteriosa locura.

Y luego, casi siempre, algo cambia. La tensión no es más tan implacable, llameante; regresa el hilo del tiempo.

E inicia el esfuerzo. Empiezo a buscar lo que un minuto antes me buscaba, desde el otro lado.

Y es duración, laberinto. Y es perderse, desnudarse. Puede durar una hora, dos horas, una tarde, varios días; no importa, es un proceso irreversible. Estoy en las cosas de todos los días, aunque ausente. Allí donde erro me invade como un llamado (algo remoto, indecifrable), que todavía no oigo claramente ni distingo con nitidez, aunque se vuelve más y más la única luz que me guía. Pero es la oscuridad más total.

La visión surge repentina. Y no es lo que ya sabía, no es lo que buscaba. Es distinto, es más que eso. es siempre lo nunca visto, lo jamás osado; y me sorprende, me encanta.

La visión es hija del abismo.

El abismo es hijo del comienzo.

El comienzo es hijo de lo que soy.

La herida se cierra. Se retiró ya el hilo del tiempo. De nuevo, como al principio, desciende un bálsamo; pero ahora es dulce, sus llamas son líquidas. Y la tela está frente a mí, espléndida, blanca; y la toco como en una caricia, y no tengo brazos y no tengo ojos; pero veo lo que enseguida comenzará a ser línea, mancha, color, forma y será visible para todos, comprensible para algunos. El cuadro nacerá en un proceso, complejo y fatigoso, más o menos largo, formándose gradualmente, en sucesión compositiva.

Al menos, eso parecerá.

Pero el cuadro existe desde siempre, esperaba simplemente, trás del umbral de lo consciente, de ser visto.

Y parece que soy yo quien decide las líneas, las proporciones, los colores. Pero, mientras pinto, y la atención es total, no puedo no vislumbrar que no soy yo quien alarga una línea o agranda un fragmento, una forma, sino que son la línea, la forma ya pintadas las que contienen en sí lo que voy a agregar; y es como si me lo sugirieran, como si me lo susurraran en una lengua totalmente inmaterial.

Lo mismo pasa con el color. El azul sabe ya, profundamente, eternamente, que el rojo que estoy por ponerle al lado ni lo decido ni lo prefiero yo, sino que estaba ya allí, dentro de él, como en un sueño celado.

 

[1998; publicado en L'Età dell'Acquario, nº 114, marzo/abril de 1999]
 

versione italiana

 

 

 

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